En la soledad de una habitación que no tiene mucho para reconocer y casi nada de amoblado, uno puede llegar a poner su mente en blanco. Así lo había logrado, hasta que un perturbador sonido se escuchó tras la pared de la alcoba contigua. Un sonido repetitivo, que subía su volumen, y luego se apagaba lentamente, dejando un silencio que hería susceptibilidades. Nunca tuve miedo a la soledad, vivo con ella, nos llevamos bien. De vez en cuando la invito a tomar unos mates, para que no se sienta más sola de lo que yo me siento con ella. La tengo, sí, es mía, pero al mismo tiempo no me pertenece. A cada hora, escuchaba aquel sonido en la recamara de al lado. Me comenzaba a irritar con una gran facilidad escuchar aquel ruido molesto, que se hacía más repetitivo. Comencé a hablar sola , más que nada, conmigo mismo . Comencé a gritar mis pensamientos y a cantar melodías que nunca llegaron a un final. Comencé a soñar con imposibles, casi murmurando mis deseos, para no tener que escuchar aquel chirrido. El ruido, intensificaba cada vez más su volumen, y yo comenzaba a elevar más mi voz y mi ser al aire, para no tener que soportarlo. Salí enfurecida al pasillo del edificio, en busca de una explicación. Recorrí todo el edificio buscando la puerta de la habitación. Caminé de nuevo a mi cuarto, me senté en el piso, miré a mi alrededor, frustrada.. esperaba una explicación, no una coherente y lógica, pero si una explicación que nunca encontré. "Toc toc" Cada vez se hacía más repetitivo, más fuerte..
"Nunca pude encontrar, la puerta de la habitación de al lado ."
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